jueves, 9 de junio de 2011

Adam... Hijo e Puta!






—¿Has visto a Bill? —le pregunta.
—Sí —contesta ella, sollozando.
—¿Y cómo estaba?
—Ellos… yo creo que… Bill… le estaban… —Ricky rompe a llorar otra vez.
—¿Le estaban, qué?
—No lo sé, no… Tom, tienes que acabar con esto ya. Le van a matar.
—¿Le estaban haciendo qué, Ricky? —insiste él, con los nervios a flor de piel.
—Antes de que se cortara la línea… Gore le pegó muchas veces y… le iba a… le iba a… penetrar… —Ricky aúlla de rabia y los ojos de Tom se dilatan cuando la oye—, Bill consiguió soltarse y rompió la cámara antes de que… siguieran… no sé qué le habrán hecho… después… ¿Tom? ¿Sigues ahí? —él no contesta y apaga el teléfono.
Suspira varias veces antes de arrancar el coche.
—¿Bill está bien? —le pregunta Adam, sinceramente preocupado. Tom no contesta—. Tom, yo no quería hacerlo, de verdad que no. Mi hermano… él me obligó, yo no quería… Bill es mi amigo… él me gusta mucho, de verdad que no…
—¿Te gusta? —le pregunta él. Adam se muerde el labio inferior, sin responder—. ¿Te gusta? ¿Por eso se lo has entregado a tu hermano, para poder disponer de él cuando te diera la gana? ¿Para poder jugar con él cuanto quisieras?
—No, no… yo no quería quitártelo, Tom…
—Me viste meterle la lengua en la garganta ¿no?
—Sí, pero…
—Y hablas de quitármelo. ¿Le has contado a tu hermano que es mi amante?
—¿Sois… amantes?
—Sí, lo somos.
—Yo no he dicho nada.
—¿Estabas celoso, es eso?
—Yo no entregaría a Bill solo por eso.
—Le están violando.
—¿Qué?
—¡Que tu hermano le estaba metiendo su jodida polla por el culo para cabrearme, eso! —Tom golpea el volante del coche con los puños mientras conduce, sobrepasando con creces el límite de velocidad hacia Stuttgart.
—No… no me jodas. Yo no quería… yo no…
—Está asustado. Se siente humillado y tiene miedo. ¡Está acojonado, puedo sentirlo! Le están haciendo más daño del que puede soportar. ¡Lo están manchando con sus sucias manos!
—Lo siento, Tom… lo siento, de verdad —Adam rompe a llorar de impotencia. Por un momento, se le pasa por la cabeza acabar con todo y tirarse del coche en marcha a la carretera. Abre la puerta del copiloto y está a punto de saltar, pero antes de que lo haga, un dolor punzante le hace volver a su asiento y cerrar la puerta con fuerza.
Tom le ha atravesado una mano con su navaja, hasta el mango, y la ha dejado clavada en el asiento del copiloto. Adam rompe a llorar de dolor.
—La próxima vez te atravieso la polla, hijo de perra. —Le amenaza y durante todo el camino de vuelta, mantiene el mango de la navaja bien agarrado, para que Adam no pueda escapar.

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